sábado, 24 de noviembre de 2012

De lo vulgar de la moral

No es casual que en muchas ocasiones me sienta perdido y no encuentre sentido en ningún lugar, me temo no presto atención a muchos procesos que marcan el compás de la evolución social en esta tierra y en el mundo occidental en general.
Con un punto común, el gran mal, la homogeneidad, que formaba parte del discurso neoliberal y se personificaba en otros modelos cual defecto aberrante; bien el marxista como principal competidor en el área bélica, o el islámico, en expansión geográfica y crisol del oro negro energético. Ahora, en virtud a un espíritu ecléctico, nuestro mundo tiende al monocromatismo, y no solo no se considera una tara sino más bien un slogan del que sentir harto orgullo, el Mundo Global.
Obviamente, esta tendencia aglutinadora tiene como uno de los objetivos principales el control de los países emergentes y así, eliminar competencia, en definitiva mantener el poder económico y estratégico de la forma más coercitiva posible pero disimulando.
Este feudalismo mediático como sustancia, arquitectura y manto de los nuevos caminos que se trazan desde la oligarquía económica,  me hastía y paraliza, resulta casi imposible no ceder a sus encantos. Y como lo inmediato es lo importante, la memoria queda relegada como un trasto inútil y olvidamos lo que somos, hecho que facilita el proceso de asimilación de un modelo humano que nos deshumaniza.
No es algo nuevo, el progreso tecnológico ha impelido constantes cambios en el aspecto social y político, todo fluye, todo cambia a un ritmo vertiginoso, imposible de analizar y aún menos comprender. Y la materia se transmuta, expectantes todos, con la sensación de que todo ocurre por algún motivo y que no podemos evitarlo, que a pesar de todo, seguimos solos y no hay bálsamo que nos quite el miedo.

2 comentarios:

  1. cuesta decidirse entre lo literario y las ideas, pero te das de boca con la última frase y me quedo con ella, o con las tres cosas.

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